viernes, 16 de julio de 2010

Sopa fría.

Esta es la historia de un desconocido niño cuyo más abundante manjar era la sopa fría con trozos de pan duro que le daban día tras día. Mirar sus ropas andrajosas le hacía ver el mundo como la más reluciente patena. Hacía más de siete años que sus pestañas no dormían secas. Entonces llegó la esperanza con atuendos lujosos y prendas que no tenían nombre para él. Sor Teresa hizo sonar la campanita y todos se pusieron en pie, sabían lo que ahora venía. El niño se levantó con la vieja manta enrollada en su cuerpo para tapar sus uñas, negras como su sonrisa. La adinerada pareja caminaba lentamente observando uno a uno a todos los pobres diablos de aquel cuchitril. Tres minutos más tarde salieron con un precioso bebé de seis meses llamado Raúl que había sobrevivido a un accidente en el que murieron sus padres. A la semana siguiente volvió a sonar la campanita de Sor Teresa, el niño desconocido se levantó, anduvo hasta el final de la habitación, cogió al bebé más bonito que quedaba y lo llevó hasta los expectantes “compradores”. El hombre, sonriendo, le acarició la cabeza al niño desconocido en señal de admiración, cogió al bebé y salió con su mujer para nunca volver. El niño desconocido siguió durmiendo noche tras noche con las pestañas mojadas. Ahora ya es un hombre, o quizá lo fue. Nadie lo sabe.

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