jueves, 30 de junio de 2011

Paradójico amor


Mientras las suaves formas de tu cuerpo se difuminaban en la creciente distancia, mi alma se encogía, mis rodillas se debilitaban. Me faltaba el aire. Me sobraba el vacío. Tus pies seguían su lento recorrido. Lento, muy lento, como esperando a que mi débil voz les ordenara que parasen y volvieran. Te ibas porque yo así lo había decidido. Porque era lo que yo quería... supongo. Apenas te distinguía, ni la distancia, ni la oscuridad, ni las lágrimas que me cegaban ayudaban a verte con claridad. Entonces sólo pude gritar, esperando que no fuera demasiado tarde: ¡Vuelve!

Y fue en ese preciso momento cuando decidí vivir para siempre con el dolor de tu compañía, consciente de que sería más soportable que el vacío de tu ausencia. Al fin y al cabo, sólo tú eres capaz de calmar el dolor que en mí provocas. Paradojas del amor...

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