sábado, 17 de diciembre de 2011

Tiempo incómodo



Y ahí seguía esa antigua cómoda, corrompida por lo años. Parecía triste y desentonaba del resto de los muebles, más modernos y sofisticados. Desde su soledad, observaba las vidas que pasaban ante ella y que, tarde o temprano, acababan desapareciendo. Sus delicadas piernas daban la impresión de no aguantar más el peso de los años. Pero ahí seguía esa vieja cómoda, solitaria e impasible. Ahí seguía y seguiría siempre, pues para la señora Gertru no era una cómoda cualquiera: era el espejo de su alma.

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